jueves, 30 de septiembre de 2010

¡Dos, tres, corte!

Todos miran hacia fuera para presenciar (con cautela claro) el “gran” evento que está por ocurrir en el pueblo. Seguramente no sea el primero, pero siempre a la gente le atrae este tipo de cosas.
El día está nublado, el sol se ha empeñado en esconderse desde las 2.30 pm. Como si no quisiera tener nada que ver con lo que va a suceder más tarde.
Todo se transforma en un absoluto y total silencio, solamente se puede oír el sonido del pedregullo bajo las botas de cuero que cada uno lleva en sus pies.
“Trac, trac, tac” es lo que se oye, e incluso se ve. La cámara se enfoca en sus botas, en sus vaqueros todos gastados y hasta agujereados en la parte de los cuadriceps y muslos debido (tal vez) a su trabajo. Sigue subiendo y vemos el cinturón donde ambos llevan sus armas por si acaso fuera necesario utilizarlas. Más arriba se observa el chaleco de cuero vacuno por encima de la camisa desgastada que lleva Jack, y por supuesto su sombrero negro indiferenciable al de todos los demás por el detalle que lleva al frente; por el toro salvaje que ningún otra persona de la ciudad tiene. Si vemos a John, él también calza botas de cuero marrones, pantalón vaquero desgastado y roto, cinturón armado por seguridad, pero al contrario de Jack, este lleva una camisa estampada roja y blanca, con una chaqueta de cuero negra por arriba. Sin mencionar la chalina que es igual a la camisa pero desflecada. El sombrero de John es como el de muchos en el pueblo; es marrón y no tiene ningún detalle que lo haga especial como el de Jack. Sus miradas comienzan a cruzarse y el aire se convierte en tenso, un ambiente donde muchos no querrían estar. Las miradas se acercan cada vez más y aumentan su intensidad, parece que quisieran estudiarse para luego actuar con más facilidad, o que simplemente estuvieran irradiando un veneno letal que no pueden dejar de liberar porque sino la muerte les ganaría la batalla. “Trac, trac, trac” sigue siendo lo que se escucha hasta que un hombre del bar pega un grito para que aquello comience de una vez por todas, pero parece que eso a los dos vaqueros no les importa, parece que no lo hubieran escuchado porque no dan signo de comienzo. El pedregullo sigue rugiendo y desde los alrededores todos siguen pendientes, aunque no pareciera porque las típicas puertas de vaivén de los bares no se mueven, y porque por las ventanas no se observa signo de vida alguno. -¡Cuento hasta tres y disparamos!- anuncia John. Jack afirmó haciendo un movimiento brusco con la cabeza, de arriba hacia abajo. -Uno....dos....y.... - grita atento el hombre -¡Corte!- grita el director de la película- descansamos y luego retomamos el duelo, hay mucho tiempo todavía, no nos apresuremos. Los actores retiraron sus manos que se encontraban en el arma del cinturón de inmediato y fueron a la hora de descanso, para seguir grabando el enfrentamiento más tarde, y así preparar todo lo que implica un muerto en una película. Ahora el “pueblo” estaba invadido por maquilladores, camarógrafos, coordinadores y actores, todo había cobrado vida una vez más.

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